No pinta bien el comienzo del año en nuestras relaciones bilaterales con el Reino Alauíta, nuestro vecino sigue en sus trece de mantener la tensión diplomática que arrastra desde comienzos de 2020 cuando se anuló la cumbre prevista entre los dos países y que se materializó con la metedura de pata de nuestro gobierno permitiendo la entrada ilegal del líder del Frente Polisario, B. Ghali, para ser tratado de su enfermedad en un hospital de la Rioja.
Los intentos de reparar el desaguisado y recuperar el acercamiento chocan frontalmente con el asunto del Sáhara, el gobierno de A. Akhnouch no quiere retomar las negociaciones mientras España no acepte el Plan de Autonomía para el territorio ocupado de facto desde 1975, y materializado en los Acuerdos de Madrid en 1978 sin contar con el pueblo saharaui, reconocido como estado por la ONU desde 1976.
El gesto del monarca Felipe VI en su visita al stand de Marruecos en la Feria Internacional de Turismo se ha traducido en contramedida con el incidente provocado en las fronteras con Ceuta y Melilla alterando las señales indicativas, cambiando la palabra frontera por el término puerta, hecho que rápidamente el Ministerio de Interior marroquí ha rectificado para evitar tensar más la cuerda.
Y es que entre los malos entendidos y el asunto de la pandemia como argumento, las fronteras entre ambos países permanecen cerradas desde hace 22 meses, a pesar que el ritmo de vacunaciones entre los dos países es bastante aceptable. Cierre materializado en un parón comercial que sufren los trabajadores marroquíes que trabajaban en las Ciudades Autónomas, y que refleja un clima candente de protestas y cruces ilegales masivos. Por otro lado, la Operación Paso del Estrecho sigue suspendida, obligando a los marroquíes residentes en Europa a viajar en ferrys desde los puertos de Marsella y Génova. Con este ambiente caldeado por unos y otros, con los convenios cancelados por los agravios fronterizos provocados por Marruecos hemos llegado a un callejón sin salida.
Que para colmo, Argelia, país amigo de la República Árabe Saharaui, y enemistado desde 1963 con Marruecos, ha decidido en respuesta al reconocimiento de éste último del estado de Israel y a un embrollo de espías entre ambos estados, a cerrar desde noviembre pasado el gasoducto que abastece de gas natural a Marruecos, España y a gran parte de Europa, encareciéndose la materia prima enormemente al abastecerse por barcos obligando a operaciones de licuar y regasificar posteriormente.
Marruecos nos está adelantando por la derecha en sus avances y España no está sabiendo ver que su país vecino no necesita en estos tiempos globales sernos imprescindible para su comercio con Europa. Algo se mueve en la otra orilla del Mediterráneo y no nos han invitado.
La política exterior marroquí se está moviendo rápidamente hacia otros mercados y a España se le hace el vacío, a pesar del enorme esfuerzo en materia sanitaria y educativa entre otras para con los ciudadanos marroquíes que cruzan ilegalmente y a diario nuestras fronteras y que mantienen en permanente colapso estos servicios en las Ciudades Autónomas con el malestar que ello causa en los residentes.
La alianza comercial con Alemania se ha recuperado, una vez que ha aceptado también (ya lo hicieron Estados Unidos y Francia entre otros) el Plan de Autonomía para el Sáhara diseñado por Marruecos y que España ve inaceptable. Los intercambios comerciales se han redoblado con China, especialmente en la comercialización de vehículos eléctricos; con el Reino Unido del brexit (desplazando a España del primer puesto en tomates y naranjas navel), con India, Rusia y resto de África.
También para 2024 tiene en proyecto un novedoso polo biofarmacéutico que fabricará sus propias vacunas antiCovid.
Su puerto comercial Tánger Med, que capitaliza el tráfico de contenedores por el Mediterráneo, dejando atrás al de Algeciras por su mayores costes laborales, pronto tendrá otra gran plataforma en Nador, haciendo sombra a Melilla.
En materia de defensa, y esto si plantea dudas que no se nos escapan, está acentuando sus lazos con su aliado norteamericano en la compra de helicópteros y cazas de ataque de última generación, a lo que se suma la compra de misiles franceses, drones israelíes y buques de guerra a Turquía.
En definitiva, esta situación de bloqueo actual está claro que no puede continuar, ambos países se necesitan y el espacio que nos separa del estrecho de Gibraltar ha de volver a ser un puente de unión permanente, que ojalá se haga realidad alguna vez desde el punto de vista de la ingeniería. El entendimiento conlleva el saber aceptarse y a coexistir, no podemos seguir fronterizando nuestras relaciones, y abramos las puertas permanentemente, de la voluntad de aceptar unas negociaciones bajo la tutela de la ONU depende nuestro común futuro.