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Pergolazo por la escuadra

Que te la cuelen sin pedir permiso es una de esas cuestiones a las que un/a ser humano/a del tiempo en el que vivimos -qué cuñao suena esto- debería estar más que acostumbrado. Aunque escueza por la falta de advertencia, está en su esencia la ausencia de detalle, porque la picaresca con educación pierde su gracia.
Encontrarse con alguna patada voladora con doble giro en el arco de campana del urbanismo de esta ciudad no es ninguna novedad. Tampoco lo es que las redes sociales se levanten en armas ante el engendro elevando sus miradas al infinito con rostro desafiante mientras en negrita mayúsculas y exclamación final (cosas de la influencia albionesa) plagan de “QUÉ CxÑx ES ESTO” con ilustrativas fotos del hecho consumado, cual señor mayor en una obra se tratase.
Raro es que en esta ciudad nos pongamos de acuerdo en algo y menos cuando hay actuación municipal de por medio, que ya se sabe depende del color que a mi se arrime, las cosas son justas y necesarias o un escándalo mayúsculo de los de arañarse la cara parriba.
El tema es que hace unos días aparecieron en la plaza de Santo Domingo (Fray Alonso de Santo Tomás para los intensos) una serie de hierros que podrían achacarse a otra de esas demostraciones artísticas que algún concejal ha visto de vacaciones en alguna ciudad cuqui y decide copiar aquí, que para eso tenemos la personalidad de un instagramertiktokeryoutuber preadolescente.
La instalación entre parada de autobús y parrilla para chorizos de tiranosaurio ha conseguido lo que el recorrido oficial o el entrenador del Málaga, no gustarle a nadie salvo a quien lo pone. El argumento de aportar sombra a una plaza que bien podría llamarse Ciudad de Écija o Vitrocerámica’s Square, no es malo. De hecho, uno es firme defensor de alguna que otra visera en las ágoras malacitanas, ya que, según los arquitectos e ingenieros locales debemos estar en Noruega y el Lorenzo no atiza (a lo mejor lo de Costa del Sol les puede dar alguna pista), porque suelen hacer plazas públicas donde lo único que eclipse al rubicundo Apolo es la manita puesta en la frente a modo de chambaíllo.
¿Quién ha consentido eso? Cuestionaban los cofrades al contemplar semejante ventosidad arquitectónica, pues la respuesta es sencilla: Nosotros.
El/la indolente malagueño/a que traga con lo que le echen, el que llama tradición a algo que sucede desde hace lo menos 10 minutos pero que es incapaz de mantener su patrimonio en pie. Que ni se preocupa en leer lo que van a hacer con sus impuestos hasta que lo están levantando delante de sus narices, y a veces ni eso. Que ahora clama por una pérgola más inútil que la comisión externa y callaba mientras derrumbaban la Mundial o pretendían (y pretenden) ensombrecer La Farola.
Esas pérgolas como bien se encargan de restregar desde el consistorio se anunciaron hasta en prensa y casi nadie dijo nada.
Tenemos simple y llanamente lo que nos merecemos. Por giliflautas.

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