Las cuadrillas que podan, desbrozan y limpian durante el invierno son tan importantes como las brigadas que apagan las llamas
Las labores de vigilancia y de prevención hay que prolongarlas durante todo el año
Desde Greenpeace se insta a tener en cuenta la prevención en los presupuestos del Estado
Este verano se están produciendo tantos incendios forestales que han saltado las alarmas. Las altas temperaturas y la falta de lluvias han convertido los bosques en teas preparadas para que una simple chispa las haga prender. Y es lo que está pasando. Ya se han quemado más de 222.000 hectáreas hectáreas de bosque, situándonos a la cabeza de los países de la UE con más superficie calcinada este verano.
Un triste récord que ya no se puede revertir pero que, si se aplican las medidas adecuada, podría no volver a superarse.
Si como se suele decir «los incendios se apagan en invierno»: ¿Qué tendríamos que hacer para que no se repita lo que esta pasando este verano?
Los expertos lo tienen claro, las cuadrillas que podan, desbrozan y limpian durante el invierno son tan importantes como las brigadas que apagan las llamas cuando el incendio se declara.
Anticiparse al problema
Para evitar un incendio las labores de vigilancia y de prevención hay que prolongarlas durante todo el año. Eso es lo fundamental. Prevención es la palabra clave. Y para eso hay que tener a varios profesionales trabajando durante todo el año en los montes. No solo en verano.
Según la Ley 43/2003 de Montes, corresponden a la Administración General del Estado , en colaboración con las comunidades autónomas, establecer directrices comunes en materia de prevención de incendios. Pero la misma la ley designa a las Administraciones autonómicas como las responsables y competentes en materia forestal, de acuerdo con la Constitución y los estatutos de autonomía. De ahí que no todas las CCAA apliquen las mismas medidas de prevención ni los mismos recursos.
«Los incendios forestales se previenen y apagan cuando se negocian los presupuestos, momento en el que se ve el interés real por implantar políticas de gestión forestal y dinamización del medio rural que vayan más allá de las políticas de extinción del fuego», explica Mónica Parrilla de Greenpeace. Desde la organización ecologista se aboga por priorizar recursos económicos para incentivar la economía rural de los pueblos, fomentando actividades que generen paisajes fragmentados.
Apoyar a la España vaciada
«Los montes que son rentables no arden», o lo hacen con menor intensidad, defienden un grupo de científicos del CSIC en un artículo donde aseguran que el abandono agrario y la expansión y densificación de bosques que antes se aprovechaban crean paisajes cada vez más homogéneos y vulnerables al avance del fuego. Para revertir esta situación, defienden, habría que «apostar por cortafuegos naturales», esos que se dan cuando conviven bosques, cultivos, pastos o matorrales. Según estos científicos el papel de las administraciones pasa «por poner en marcha medidas de estímulo y apoyo a la economía en zonas rurales que no se queden en las simples subvenciones», sino que busquen un efecto transformador, mejorando la fiscalidad y agilizando la burocracia para acceder a las ayudas que necesitan para poner en marcha sus empresas.
Eliminar la vegetación más seca
Una parte importante en la prevención de incendios es el desbroce. Eliminar parte de la vegetación más seca, retirando las ramas y troncos muertos. Las podas que se realizan durante el invierno contribuyen a retirar el material combustible que se acumula en los montes. Una labor que desarrollaban antes los habitantes de los pueblos de manera natural (la leña, las piñas o las ramas secas les era de utilidad), pero ahora su retirada depende de las brigadas de control contratadas por las administraciones locales.
Evitar negligencias
Muchos de los incendios que se producen podrían haberse evitado. El ser humano está detrás del 95%, ya sea por negligencia, intencionado, o por reproducción del propio incendio, según datos del MITECO. Basándose en esa idea desde Ecologistas en Acción se aboga por actuar teniendo en cuenta en primer lugar las causas que han provocado los incendios, como quemas de rastrojos o el uso de maquinaria en un momento inadecuado.
«Habría que actuar tanto a nivel informativo como a nivel legislativo. Uno de los incendios de Zaragoza fue por una maquinaria de reforestación en una época de riesgo. Eso se podría haber evitado con una legislación adecuada. Hay mucho que mejorar para evitar las causas, casi todos los incendios se producen por algún tipo de negligencia», defiende Theo Oberhuber, de Ecologistas en Acción, quien también aboga porque se amplié la consideración del «periodo de máximo riesgo» de incendios a más meses, porque «el cambio climático ha demostrado que ya se está en riesgo en el mes de mayo», añade.
Cambio climático
El cambio climático es una de las causas que se nombra para explicar el auge de los incendios este año. El clima está perdiendo regularidad y se va haciendo cada vez más extremo, lo que provoca que se altere la secuencia atmosférica de primaveras lluviosas, veranos cálidos, otoño lluvioso y fríos inviernos. Los veranos cada vez más cálidos, largos y secos son el perfecto caldo de cultivo para que el fuego se propague.
Recientemente el presidente del Gobierno propuso que las políticas medioambientales «se conviertan en «políticas de Estado» para tratar de paliarlo.
Campañas de sensibilización y concienciación
Además de todas estas medidas la mejor manera de evitar y prevenir un incendio es la concienciación. Que todo el mundo perciba los incendios como un grave problema que se puede evitar. En este sentido, desde Greenpeace se recalca la importancia de implicar a todos los sectores, poderes públicos y sociedad civil, para evitar el riesgo, controlarlo y mitigarlo.
Porque evitar que nuestros bosques se quemen es un problema de todos.
Fuente: NS