Miércoles de ceniza. De cenizas de guerras. Sí, hablo de guerras cofrades. En la cantidad de tiempo que invertimos los cofrades en guerrear.
En cómo le damos ‘tres cuartos al pregonero’ que dirían nuestros abuelos. Lo podemos ver todos los días en las redes sociales, en las conversaciones entre cofrades y en algunas cofradías. ¿Dónde quedó aquello de que saldríamos mejor de la pandemia?
Polémicas elecciones, polémicos comunicados, polémicos comentarios… polémica. Parece que si no tenemos un problema nos lo inventamos para dar ‘salsa’ a la vida en hermandad. O entre hermandades. O entre nazarenos y hombres de trono. O entre más cera y menos flores. Y así, se nos van acumulando Cuaresmas en los almanaques de la vida y estamos convencidos (¡absolutamente!) de que estamos en el camino correcto.
Se nos olvida las primeras enseñanzas de Aquel a quien pretendemos ensalzar y digo ‘pretendemos’ porque lo hacemos absolutamente al revés de lo que predicó. No nos salva el decir y publicar que somos creyentes, ni vestir una túnica. Nos salvan (además de otras cosas), nuestros actos y estos, muchas veces, son, perdidamente contradictorios a los ideales que perseguimos.
Entiendo que la contradicción es inherente al ser humano, pero, de verdad ¿Es necesario llegar a estos extremos?. ¡No recuerdo tanta saturación de guerras!. Siempre se ha dicho que ‘dos no discuten si uno no quiere’. Deberíamos ser ese uno, el que no quiere, probablemente nos iría mucho mejor, por salud mental y porque seríamos capaces de ejemplificar de lo que presumimos. Y tú, ¿Qué haces por no discutir?