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ARTÍCULO OPINIÓN | Yo confieso…

Por Miguel Díaz

Yo confieso ante el procesador de texto “todopoderoso” que la cuaresma en Málaga es un “pegote” intolerable. Y aquí estamos un año más, aguardándola y deseándola a pesar de ser un ente vacío de profundidad y lleno de cartelería barata y soliloquios a mayor gloria de quien los genera.

Yo confieso ante el lector que tengo ese gusanillo del “quedémonos en las vísperas”, la ilusión de que todo vuelve (de verdad) a como tiene que ser por derecho, sin embargo, no encuentro la motivación para aguantar un año más de cultos vacíos, traslados a destiempo para el secuestro de imágenes en casas de hermandad y los conciertos machacones de temporada alta.

Yo confieso que no estoy preparado y a la vez quiero saber si este año las obras nos van a dejar tirar por esta o aquella calle o si vamos a tener que dar una caminata por las arenas de las obras (este polvo no es el del Camino precisamente). Tengo ganas de volver a sacar la túnica y ver cómo el líquido anti-cera la tiene destruida por los bajos. Tengo ganas de sentir como la capa no vuelve a quedarme bien porque he cogido otros 4 kilos.

Yo confieso que realmente somos unos románticos movidos por una fuerza sobrenatural que va más allá de cualquier lógica. Achicharrados pero contentos. Frustrados, pero al pie del cañón. Buscando la calle imposible para que la Policía nos desaloje o insistiendo en esa esquina (un año más) para escuchar aquella marcha de cuyo nombre no quiero acordarme.

Yo confieso que el hastío es como un Pepito Grillo que está ahí permanente ante un nuevo periodo vacío de contenido y lleno de paja. Yo confieso que realmente esto es una continuación de toda la debacle sin sentido de salidas extraordinarias y conflictos propios de Tele5 (donde por cierto ya saben la que algunos están formando con la democracia de las cofradías).

Yo confieso ante esta versión pirata de Office que espero fotos de cultos con muchas velas y pocos fieles. Mucha altura y poco hermanos y hermanas. El run-run de ver capirotes en bolsas o en totes andando sin rumbo por el centro en busca de guantes de algodón. El pin perpetuo en solapa recién sacada de tintorería. La medalla adosada al cuello “para ser visto, mirado y repasado”.

Yo confieso que este bendito problema que es ser cofrade, cuaresmero, semanasantero, o lo que solo Dios quiere que seamos nos mueve en un rito ancestral que solo nosotros entendemos.

Feliz Cuaresma, ¿por qué no?

 

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