Un estudio elaborado por la Estación Experimental de Zonas Áridas (EEZA-CSIC), la Universidad de Alicante y la IE University señala como principal causa de la «brecha hídrica» que ha dado lugar a una escasez de agua a un «aumento sin precedentes» de la demanda de este recurso más que «a la falta de lluvias o las sequías», sentido en el que actuaciones humanas como trasvases o embalses «lejos de cerrar esa brecha, agravan la precariedad hídrica».
Así lo ha trasladado el CSIC en una nota tras la publicación en la revista ‘Water Resources Managemet’ de la investigación, por la que se insta a priorizar medidas sobre la gestión de la demanda de agua, racionalizando hábitos y estilos de vida que reduzcan la ‘huella hídrica’ en línea con la Directiva Marco del Agua europea.
Según recoge el documento, las estimaciones que apuntan que el 80 por ciento de la población mundial se enfrenta a «graves amenazas» para asegurar su acceso al agua. El estudio avisa de que la escasez mundial de agua aumenta debido al cambio climático, el crecimiento demográfico y el desarrollo económico por lo que «es necesario cambiar el modelo de uso de los recursos hídricos» cuando, además, el agotamiento de masas de agua y la amenaza de un fallo hídrico global «empieza a consolidarse».
El estudio explora las causas de esta brecha hídrica, es decir, la diferencia entre oferta y demanda, con lo que pone de manifiesto «la interrelación entre demanda de agua, cambio climático, hábitos de consumo y soluciones históricas a la falta de agua». El análisis de dichas relaciones se ha implementado mediante diagramas causales, una técnica que permite detectar bucles de realimentación y comportamientos poco intuitivos de los sistemas.
Otro sus hallazgos, señala el origen «eminentemente antropogénico» de esta brecha hídrica, es decir, que la escasez responde más a un aumento «sin precedentes» de la demanda de agua que a la falta de lluvias o las sequías. Igualmente, las tradicionales formas de abordar esta escasez, que consisten en aportar nuevos recursos hídricos mediante embalses, trasvases o la explotación de aguas subterráneas, «lejos de cerrar esa brecha, agravan la precariedad hídrica».
«Nada de lo anterior tiene mucho sentido si no se proponen alternativas», ha indicado Jaime Martínez Valderrama, investigador de la Estación Experimental de Zonas Áridas (EEZA), instituto del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) en Almería.
De esta forma, el estudio dedica su última parte, en sintonía con su título, a las múltiples posibilidades que pueden combinarse para abordar el problema, especialmente relevantes en el sector agrario, que consume el 70 por ciento de los recursos hídricos.
«Ante las complejidades y matices de nuestro uso del agua, la solución no puede ser simple. Es importante resaltar que no existen balas de plata que acaben con el problema del agua, como puede a veces desprenderse de la posibilidad de desalar agua del mar. Es necesario priorizar las soluciones que gestionen la demanda de agua, y por hábitos y estilos de vida que reduzcan nuestra huella hídrica, en línea con la Directiva Marco del Agua europea», concluye el investigador.