Por F.J. Cristófol
Estábamos despertando en esa terrorífica etapa que es la adolescencia. Lo hacíamos enfrascados en nuestras cosas, pero cuando llegaba la Semana Santa nuestras cosas eran esas, las de las cofradías. Recuerdos. Estamos hechos de ellos. Eran los primeros años en los que podías pedir patente de corso y separarte de tus padres. Ay. Allí que íbamos. El Viernes de Dolores con la actitud de hacernos mayores.
Un codo por aquí, una finta con bloqueo por allá, un golpecito de hombro. Pum. En primera fila. No tengo clara la alineación de aquella noche en el Perchel. Diría que estábamos Kako, Juan y yo con alguien más pululando por ahí. Eran años disfrutar entre amigos. De hacer lo que habéis hecho las personas normales durante toda vuestra vida.
Luego estamos los otros, los que nos separamos de la normalidad. Con 17 años me puse un micrófono por delante y con 35 lo dejé: Onda Cero, SER, 101Tv… Media vida sin vivir la Semana Santa que tú vives cada año. Media vida sin saborear ese momento que tú llevas planificando semanas. Son muchos años.
Este año cumplo la mayoría de edad. Mi paréntesis se ha cerrado y este año es el año de volver a ver tu Semana Santa. La de aquel chaval que con 17 años vivió una rápida metamorfosis.
He de reconocerte que me da miedo. Que no sé cómo afrontar un momento así de especial. ¡Que vuelvo a tener 18! Que estoy haciendo planes para ir con Juan a tal o a cual lugar. Que estoy planificando dónde ver la Humildad o la Salutación con mi mujer y mis hijas o cuándo compartir una charla el Miércoles Santo.
Tengo tres encargos para ese muchacho que cumple 18 años: el primero es decirle a Raquel y a Mora -como extensión de todos los que entregan su Semana Santa, lo más sagrado, a los demás- que son los mejores, que no hay agradecimiento posible para ese trabajo que hacen. El segundo es que sea como Mario, ese amigo que se emociona con lo más pequeño y que hace grande cualquier detalle. Y el tercero, que recuerde que aquellos años en los que soñaba con separarse de sus padres ya pasaron. Que hay que ver la Sentencia en familia, con todos los que están y los que no. Aunque como ya te dije, siempre están aunque no estén. Y si me ves, felicítame los 18.