Álvaro Cano Hidalgo
“Te metes en todas las polémicas”. “Deja de criticarlo todo”. “Te encanta meterte en todos los fregaos”. Esos son solo algunos de los comentarios que recibimos casi a diario aquellas personas que utilizamos nuestros canales de comunicación -bien sea a través de nuestras redes sociales, un artículo como este o un plató de televisión- para exponer nuestras opiniones. Para aquellos que no tenemos miedo a ser censurados por el “es que se van a enfadar si lo digo”, lanzar nuestra perspectiva de todo aquello que rodea a la Semana Santa no es más que nuestro pequeñísimo grano de arena para engrandecer aquello que tanto valoramos.
Es obvio, y todos lo sabemos, que mostrar una opinión en este mundo cofrade podría bien considerarse todo un deporte de riesgo. Por ello, siempre es importantísimo que cualquier apreciación lleve consigo integrada su buena dosis de argumentos y sobre todo una suma considerable de respeto. Si vamos a opinar, que sea con un sentido constructivo y no buscando la burla o perjudicar a cualquier persona o institución. De aquellos que lo hacen por el afán de ganar unos likes y que en no pocas ocasiones se esconden bajo el anonimato de una cuenta fake hablaremos otro día.
Lo que está claro es que dar nuestro punto de vista, especialmente cuando no es del agrado de todos, no es plato de buen gusto. Aun cuando los propios artífices de aquello que es valorado son plenamente conscientes de que las cosas no se han hecho del todo bien. Y es que nos guste más o nos guste menos, estamos rodeados de personas con cargos de responsabilidad en las cofradías que en muchas ocasiones tienen una clara inclinación hacia la mediocridad.
No, no quiero decir que busquemos la perfección, porque todos sabemos que eso es imposible. Las cofradías están formadas por personas y como tal todos tenemos derecho a equivocarnos, y ¿sabéis qué? no pasa nada. No, no pasa nada por equivocarse. Es completamente normal. El problema viene cuando siendo conscientes de ese error no se corrige. Es más, ni siquiera se le da importancia. Si acaso hasta se repite el año que viene. Y para más inri, lo defienden a capa y espada como si el resto de cofrades no hubiéramos visto ya el enorme desacierto.
Y es que en ocasiones es necesario publicar un tweet para hacer ver que ese culto no cumple con las normas litúrgicas, escribir un artículo para acabar con las guerras de ego en las cofradías o hacer un programa de televisión para denunciar el machismo y dar su espacio a las mujeres. Porque a veces -y cuando digo a veces me refiero a muchas veces- alzar la voz de forma pública es la única herramienta, o al menos la más eficaz en pleno siglo XXI, para mejorar aquello que necesita de una solución inmediata y que parece que ningún responsable percibe por sí solo.
Puede que sí, que seamos la generación de cristal. Y está claro que en ocasiones pecamos de hablar en demasía y no escuchar lo suficiente. Pero también nos gusta sentirnos valorados y que en las cofradías sean conscientes que a veces los que más hablan lo hacen porque están llenos de conocimiento. Porque permanecer callados y dando el sí a todo lo que se dice sin incluir propuesta alguna es símbolo de que no existen nuevas ideas que aportar, y eso en un mundo en constante crecimiento y adaptación como el cofrade no debe ser visto como algo positivo. Aunque ese silencio, desafortunadamente, es lo que más valoran algunas cofradías que solo buscan un séquito de corderitos que acaten órdenes y así nadie tenga que temer ser destronado de su puesto.
Así que dejen de enrabietarse cada vez que lean un comentario negativo –y repito: siempre y cuando esté hecho con el más absoluto de los respetos- porque si hay algo superior a la inteligencia es la sabiduría, y no hay nada más sabio que saber rectificar como bien dice el refrán. Ahí es donde se ve realmente la grandeza de una cofradía.
Por mi parte seguiré hablando sin tapujos de aquello que considero que no se hace de la manera más adecuada, de igual forma que continuaré alabando en otras tantas ocasiones el trabajo bien hecho, aunque eso no tenga tanta repercusión. Y les aseguro que todo lo que diga en un tweet también lo oirán de mi propia boca, que de nada sirve olvidarnos de lo que escribimos en un teclado cuando llega el momento de decirlo con palabras frente a frente. Por eso, cada vez que me repitan en los muchos “fregaos” que me meto lo afirmaré orgulloso, porque no critico sin sentido, simplemente soy un cofrade inconformista.