Por Mila López
A las puertas del comienzo de la Semana Santa, los equipos de trabajos de las diferentes áreas afrontan los últimos detalles para que todo salga conforme se espera: como Dios manda, o más bien, como Dios merece.
En muchas ocasiones no somos conscientes del tiempo dedicado por parte de esas personas que desplazan sus quehaceres diarios y personales entregándose de manera altruista a su cofradía. Y es que detrás de esas ánforas que brillan, del sólo impecable de esa marcha o de un trono milimetrado hay horas y horas de trabajo que posibilitan alcanzar la excelencia, o al menos intentarlo. Todo ello no es casualidad. Obviamente, todo esto se logra porque hay muchas personas trabajando y entre ellas, en cada área, una persona que guía al equipo, el pastor del rebaño, con un compromiso inquebrantable para con su cofradía y sus hermanos, pues lo contrario no estaría a la altura de lo que dicho cargo y responsabilidad significan. No sería de recibo tener un cargo y no asumir lo jurado ante tus Titulares, pasando de puntillas para no salirse de la zona de confort y así, no ser desbancado. Pero bueno, este último tema sería otro debate que a pocos días de entrar a la Jerusalén Malacitana, no merece la pena activar, hay de todo como en botica, pero aquí quiero hablar de lo bueno, del que está a la altura de su cargo, y ponerlo muy en valor porque lo que hacen las cofradías, no es para nada sencillo.
No todo el mundo vale para un puesto de responsabilidad y por ello qué importante es cuidar a quiénes sí porque a su vez éstos, son los que cuidan a cada uno de los suyos, son quiénes con su buen hacer y sensibilidad aseguran la buena gestión de un equipo humano, haciendo que permanezca unido logrando los objetivos. Ese responsable, en este micro mundo que representa una cofradía debe de reunir muchas APTITUDES en relación con la tarea que se le encomienda, pero también igual o más importante es su
ACTITUD, que debe de ser la de un líder: será el primero en llegar y el último en irse, fomentará un ambiente cooperativo y flexible, donde impere el respeto a la diversidad cuidando lo más importante y preciado de una cofradía que es el patrimonio humano, inculcará a todo su equipo valores como la humildad, la generosidad, la cultura del esfuerzo sin pedir nada a cambio, el servir y no servirse, el amor y el cariño por la cofradía….
Un líder convencerá, no impondrá, escuchará, alzará la voz y no mirará a otro lado cuando las cosas no se hagan bien y será muy consciente de que su forma de proceder y la de su área de responsabilidad, en la parte que le toca, marca la imagen de su cofradía de puertas para afuera. No solo debe cuidar a su equipo de trabajo, sino que debe de tener presente que en cada paso que dé debe de hacer cofradía.
También deberá saber trabajar codo con codo con el resto de áreas de la hermandad, pues el desarrollo de las labores cofrades se hacen más complejas cuando las diferentes áreas tienen que convivir y lograr funcionar de manera multidisciplinar sin entorpecer el lugar de la otra, cuadrando horarios y simultaneando acciones por los diferentes actos que puedan darse en cada una de las hermandades. Es muy complejo
pero no imposible, pues con verdadera comunicación, con cariño, con respeto y saber estar se evitan contratiempos que puedan surgir y que a menudo invita a la improvisación. Y ya sabemos que la improvisación nunca ha sido buena compañera de viaje, pues pone de manifiesto la falta de trabajo y planificación.
No son pocas como vemos, las capacidades que deberían reunir todos esos cargos de responsabilidad que conforman la pequeña pirámide jerárquica de una cofradía, pero por supuesto hay que aspirar a lograrlo, porque personas válidas siempre hay. No podemos caer en un mal entendido buenismo y aceptar a aquellos que no están a la altura o que ya no se sienten preparados para cargar con el cargo, no permitiendo el
paso de otros, dejando escapar capital humano muy válido, no hay razón para ello, o no debería… Las cofradías deben de cuidar y apoyar, desde el interior más profundo, a estas personas que reúnen estas aptitudes y actitudes, porque no las hay tantas y desgraciadamente en una sociedad en la que el apego a las cofradías va tendiendo a la baja, más difícil resultará encontrarlas en el futuro. No las aburramos, pensemos en ellas cuando designemos los diferentes puestos de Juntas de Gobierno, dejémosles trabajar, mostrémosle confianza y apoyo en todo momento y que muestren la lealtad sincera a través de los consejos y críticas que invitan a mejorar.
Por todo lo dicho, sirvan estas líneas para valorar a todas esas personas que ejercen sus responsabilidades bajo las premisas descritas, pues el grado de auto exigencia para con ellas mismas es enorme. Cumplir con todo lo expuesto no es sencillo, y menos cuando estamos a las puertas de nuestra semana grande con lo de presión que ello supone. Mientras leen estas palabras, esas personas siguen trabajando mañana tarde y noche, con una sonrisa en la cara, siempre con un buen gesto, dejándose la piel, todo por amor a su cofradía y a la Semana Santa de Málaga. Y sirva también este escrito para dar la enhorabuena y las gracias a las cofradías que entienden que este es el único camino que conduce a la excelencia cuidando y mimando a estas personas. Las que no lo hagan, aún están a tiempo, más adelante quizás sea demasiado tarde.
Valoremos por tanto cada gestión solucionada en la hermandad, cada marcha que hace posible crear un escenario único, cada barra de palio reluciente… en general cada momento vivido esta Cuaresma y Semana Santa, porque detrás de cada uno de ellos, desde el más aparentemente irrelevante hasta el más multitudinario momento, hay muchísimo trabajo y personas preparadas asumiendo responsabilidades, cuyo único GRACIAS buscado, simplemente es ver disfrutar a las personas a su cargo y al resto de malagueños y visitantes de sus Titulares.
Aún así, y aunque no lo necesitan, yo les digo GRACIAS, porque todo lo que estamos a punto de disfrutar, es por ellos. Con estos cofrades, al fin del mundo…