El pasado sábado Genalguacil dio el pistoletazo de salida al festival cultural Arte Vivo 2023 con la inauguración de dos exposiciones instaladas en el Museo de Arte Contemporáneo de la localidad: ‘Cursos de la memoria, márgenes de vida’ y ‘Opuestos. La Colección Genalguacil Pueblo Museo desde sus extremos’.
Cursos de la memoria, márgenes de vida
Para esta cita, se rompe la tradicional paridad de este festival (un artista y una artista) y se han seleccionado a una creadora, Linarejos Moreno, y a una pareja artística, Moreno&Grau, conformada por Alba Moreno y Eva Grau. Estas artistas vienen trabajando de un modo insistente asuntos como el paisaje, la naturaleza o los ríos. Precisamente, sobre los ríos y su importancia para este pueblo gira la propuesta de este año. Para situarnos en contexto, Genalguacil es un edén, con el 98% del término municipal conformado por masa forestal, con bosques de pinsapos sobre peridotita, castaños y alcornoques. Cuenta con un paisaje de escarpada orografía y cruzado por numerosos arroyos y ríos, como el Genal y el Almárchar. Los meses de marzo y abril son de alta pluviometría y las laderas de Sierra Bermeja se convierten en cataratas (se piensa que los fenicios usaban esos arroyos y escorrentías para hacer Los Morteretes, enormes orificios en las piedras que servían como lavaderos de minerales). Este sinfín de arroyos genera, a su vez, una red de pozas, charcos y charcas en los que los vecinos acuden a bañarse y disfrutar del ocio. El agua, por tanto, está muy presente en la vida de Genalguacil, en pleno valle del Genal. Los proyectos de Genalguacil Pueblo Museo nacen con la intención de hacer que los vecinos aprendan de los trabajos artísticos, que se reconozcan en las obras, de modo que estas exposiciones sirvan para activar el conocimiento, registrar el patrimonio más frágil y poner en valor el acervo.
Conoce más sobre las artistas… Moreno&Grau han desarrollado proyectos magníficos en torno al agua y a los ríos (‘Many Rivers To Cross’, Casa Sostoa, 2016; ‘Shore To Shore’, Espacio Iniciarte Córdoba, 2017; o ‘La isla. Arcilla. Amoniaco. Mosquito’, Galería La Gran, 2021), siempre desde una dimensión vivencial y en torno a su condición de generadores de vida, emociones y experiencias. Últimamente, sus propuestas, sin abandonar lo fotográfico, están virando a lo escultórico y a una suerte de formulación del ‘non-site’ de Robert Smithson, de llevar a la sala esa naturaleza o paisaje, en este caso fluvial. Mediante cerámica y fotografía, la pareja se apoderará de parte del espacio expositivo, haciendo que el visitante se relacione con él como si se encontrase en el entorno de un río. Asimismo, en el espacio de proyecciones, se desarrollará una videoinstalación, absolutamente inmersiva, en la que recorreremos no sólo el paisaje hídrico de Genalguacil, también la memoria de los genalguacileños, ya que muchos de ellos han prestado su testimonio como detonante para el recuerdo y la memoria, para las vivencias compartidas de un pueblo en torno al agua. Destacar que ambas participaron en los Encuentros de Arte de 2014 como artistas y en la siguiente edición, 2016, estuvieron de fotógrafas del evento.
Por su parte, Linarejos Moreno se desenvuelve en unos códigos más científicos, ya que documenta y traduce a datos la realidad fotografiada –como hemos podido ver en su reciente exposición en el Museo Lázaro Galdiano-, excediendo con su enfoque, a veces propio de una fotografía escenificada, así como con los datos científicos que incorpora, la condición de mero documento que se le pueden atribuir a sus imágenes. Sus registros fotográficos acumulan multitud de capas, asumiendo, como en el caso de su participación en Genalguacil, la dimensión de indicio o hipótesis acerca del origen de algunos accidentes encontrados en los lechos de los ríos de la zona, como es el caso de Los Morteretes, impresionantes orificios sobre los que se discute su origen geológico o como intervención de los fenicios en torno al siglo VIII a.C. En cualquier caso, Linarejos Moreno incide en un aspecto medular de su trabajo: la fricción entre lo humano y lo natural, como son esos posibles restos patrimoniales que podemos encontrar en el curso de los ríos o en las corrientes de agua. Junto a la serie de 5 fotografías producidas para este proyecto, parte del material científico empleado en el proceso será expuesto en vitrinas, acentuando ese carácter científico.
Tanto Linarejos Moreno como Moreno&Grau vienen trabajando desde el año pasado in situ, en el amplio término de Genalguacil, localizando escenarios y registrándolos mediante la fotografía o moldes de algunos de sus pormenores, que han sido trasladados a cerámica. Como es norma de este proyecto, las piezas han sido producidas en Genalguacil o en talleres de la comarca y la provincia, ajustándose a la máxima de generar un proyecto de kilómetro 0 y de economía circular.
Opuestos. La Colección Genalguacil Pueblo Museo desde sus Extremos
Esta propuesta expositiva, que revisa la Colección Genalguacil Pueblo Museo, actúa a modo de memoria de parte de lo ocurrido en los últimos años en Genalguacil Pueblo Museo, especialmente en 2022. Así, la investigación fotográfica de Martínez Bellido nace de su participación en los XVI Encuentros de Arte, desarrollados en agosto de 2022, mientras que los trabajos de Paloma de la Cruz y Paula Valdeón Lemus representan los I Encuentros Cerámicos, que se sumaron desde octubre de ese año al conglomerado de iniciativas y festivales que conforman Genalguacil Pueblo Museo. Las intervenciones en el espacio público que originaron en los últimos años Arturo Comas, con una farola calzada por una naranja, y Pablo Capitán del Río, con su mirador de baldosas hidráulicas, se han acabado convirtiendo en auténticos iconos del proyecto y de esta pequeña localidad.
También este montaje muestra por primera vez en la sede del Museo de Arte Contemporáneo de Genalguacil una serie de obras que habían sido expuestas en las tres últimas ediciones de la Feria Internacional de Arte Contemporáneo ARCOmadrid, en la que Genalguacil Pueblo Museo ha contado con un stand institucional. Esta propuesta, por tanto, da cuenta de ello y trae a los vecinos algunas de las piezas que han proyectado a su pueblo en una de las citas más importantes del arte contemporáneo internacional. Pero, del mismo modo, todas estas obras de la Colección Genalguacil Pueblo Museo, además de ejemplificar algunas líneas rectoras de este proyecto (paridad, apuesta por el arte emergente, integración de arte y artesanía, revisión del acervo y de la identidad, etc.) se conforman como una indagación poética en torno a elementos binarios u opuestos que confluyen en la colección de esta institución: la casa y el cosmos; el interior y el exterior; el día y la noche; la calle y lo doméstico; lo local y lo universal; o la Historia y la intrahistoria. De este modo, sentimos la reunión doméstica en torno a las labores textiles que evoca la pieza de De la Cruz, como en el hogar se hallan los espejos genalguacileños escaneados por Martínez Bellido que, sin embargo, devienen visión cósmica, de insondable y sublime oscuridad, con la que se pueden relacionar las constelaciones de Valdeón Lemus, recreadas a partir de la lacería nazarí y la estrella tartésica que relucen como identitarias en la inmensidad celestial, en el universo. Justo esos motivos estrellados son los que vemos en las animaciones y propuestas de cerámica de Rafa Jiménez. La casa, pero en su exterior, hacia la calle, en sus fachadas, la percibimos en las texturas de los frottages de Raquel Serrano, que parecen devenir paisajes, tal como los espejos de Martínez Bellido parecen constelaciones. La casa, como micromundo, como espacio de protección y vivencias, como metafórico autorretrato de su morador a través de lo objetual y lo espacial, la hallamos en las muy distintas propuestas de Ana Varea e Isidro López Aparicio.
La calle de Genalguacil, en un juego de subversiones y de erosionar los límites entre el museo y el espacio público, ocupa ahora estas salas gracias a las baldosas de Capitán del Río y a la farola de Comas. Las pequeñas historias y acontecimientos nutren constructos mayores; ocurre en las obras de Fito Conesa, en la que su música es la traducción de un siglo de vida de Genalguacil, con sus hitos y episodios más rutinarios, así como en el bosque de Françoise Vanneraud, cuya espesura y frondosidad deja entrever el paisaje de multitud de relatos de migrantes. Y de la luz natural de esas estrellas y constelaciones que antes comentábamos, a la luz artificial de la farola de Comas, que nos habla del exterior, de la calle y de uno de los rasgos más destacados de Genalguacil: su inclinación orográfica y la pertinaz lucha contra las adversidades.