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La marquesa Viuda de Aldama, la gran benefactora de la Cofradía de la Expiración

Andrés Camino Romero
La que fuera camarera de honor de la corporación de San Pedro regaló, entre otras piezas, el manto de la Virgen de los Dolores bordado por las Religiosas Adoratrices «valorado en 15.000 pesetas» a finales de la década de los 20.

La figura del benefactor se afianza en el mundo de las hermandades y cofradías malagueñas allá por el siglo XVII. Desde esa época se buscó afanosamente la protección de patronos que ayudasen y colaborasen con las instituciones nazarenas, a cambio de cederles puestos relevantes en el cortejo procesional, como era portar el estandarte, la insignia que, por entonces, se consideraba la más preciada y distinguida. Los casos más notorios fueron los de Esteban Santarén y su hijo, el capitán Juan de Ovando y Santarén, caballero de la Orden de Calatrava, en la desaparecida Cofradía de la Columna de la parroquia de San Juan; o el de Gabriel Lasso de la Vega, II Conde de Puertollano, en la Archicofradía de la Sangre, establecida en ese periodo en la iglesia conventual de la Merced.

En el siglo XX se mantuvo esta figura importantísima para el mantenimiento de las hermandades. Con respecto a la Cofradía de la Expiración, en 1924, el hermano mayor Enrique Navarro Torres propuso nombrar a la Marquesa Viuda de Aldama camarera honoraria de la Virgen de los Dolores, convirtiéndose esta dama de la nobleza madrileña en la gran benefactora de esta corporación del Miércoles Santo.

Reseña biográfica

Pero, ¿quién era realmente la Marquesa Viuda de Aldama? Una pregunta que muchos de los lectores podrían hacerse, puesto que en la inmensa mayoría de las citas realizadas en distintas publicaciones cofrades siempre se le menciona por el título nobiliario y casi ninguna por el nombre. Se llamaba María Cecilia de Cubas y Erice, nació en Madrid, el 30 de agosto de 1861, y falleció, en la misma ciudad, el 11 de septiembre de 1951, a los 90 años.

Hija del Marqués de Fontalba, Francisco de Cubas y González-Montes (1826-1899), que fue arquitecto (proyectó la Catedral de la Almudena de Madrid), diputado, senador y alcalde de la capital de España, y Matilde Erice Urquijo (1839-1903). Fueron sus hermanos Francisco y María del Consuelo.

Contrajo matrimonio con el Marqués de Aldama, Luis de Ussía y Aldama, de cuya unión nacieron cinco vástagos: Francisco, José Luis, Jesús, Ramón y María de la Consolación de Ussía y Cubas.

Cofradía de la Expiración

La Expiración sufría en 1923 una grave crisis institucional y económica. La elección de Enrique Navarro Torres como hermano mayor el 23 de junio de ese año fue providencial para resolver todos esos problemas y, además, elevar y convertir a la hermandad de San Pedro en una de las más grandes del concierto procesional malagueño.

Para acometer dicha empresa fue necesario contar con la aportación y colaboración de una personalidad, de peso en la sociedad española y con suficiente disponibilidad pecuniaria, que mitigara la situación por la que se atravesaba.

En los libros de actas de la Cofradía de la Expiración no se recoge ni se explica cómo llegó a proponerse a María Cecilia de Cubas y Erice, solo aparece registrado en la junta de gobierno celebrada el 6 de diciembre de 1924 la siguiente cita: «Se acuerda hacer Camarera honoraria á la Exma. Sra. Marquesa Viuda de Aldama y que el próximo Domingo la visite una comisión para comunicarle dicho nombramiento».

Con esta designación, la corporación presidida por el comerciante Enrique Navarro recibiría de la susodicha una más que destacada ayuda a nivel institucional, patrimonial y económica, principalmente en los decenios de los veinte y treinta.

En la sesión del 14 de enero de 1925, Navarro informaba de un donativo que recibiría la cofradía «consistiendo éste en el regalo de un hermosísimo manto bordado en plata regalo de una virtuosa señora que se oculta su nombre y para la que tiene frases de efusivo elogio».

En una entrevista concedida (en 1927) a un periódico local por Enrique Navarro desvelaba su identidad. Afirmaba que era María de Cubas y Erice, la Marquesa Viuda de Aldama, que «en un rasgo de desprendimiento enaltecedor regaló a la Virgen un manto de terciopelo bordado en plata y valorado en 15.000 pesetas». Añadía, a su vez, que esta «dignísima y virtuosa dama hace constantemente donativos importantes, debido a lo cual, la Cofradía ha llegado al estado floreciente actual».

Posteriormente, en la reunión del 13 de febrero de 1925, se trataba en los asuntos abordados de la entrega del título de camarera de honor a la «Excma. Sra. Viuda Marquesa de Aldama», recordándose que una comisión la había visitado para ofrecerle el cargo que, gustosamente, había aceptado, dando sus más expresivas gracias.

En la asamblea general extraordinaria del 5 de abril, se acordaba constase en acta el agradecimiento «que sentimos hacia la Exma. Sra. Marquesa Vda. de Aldama y telegrafiarle en este sentido». Seguramente esta decisión se debiera a una prueba más de absoluto desprendimiento hacia la hermandad.

Cualquier visita efectuada a María Cecilia de Cubas, en Madrid o Málaga, era muy beneficiosa para la Cofradía de la Expiración. Así, Enrique Navarro manifestaba el 16 de noviembre que habiendo recibido la noticia de que la camarera honoraria se encontraba en Málaga, fue a visitarla acompañado por un directivo. La benefactora le había entregado 4.000 pesetas para el pago de los gastos del trono de la Virgen. Igualmente informaba el hermano mayor que la camarera le había comentado el propósito de asistir a la función religiosa que en el mes de enero de 1926 se celebraría en la iglesia de San Pedro «como rogativa para pedir a la Stma.

Virgen el total restablecimiento de una nietecita de la Sra. Marquesa que desde algún tiempo se encuentra enferma». Con tal motivo, se acordó proceder al arreglo de los altares de los titulares e iluminarlos todo lo que fuese posible para que el día de la celebración de la misa, se encontrase en las debidas condiciones que requería la presencia de «nuestra querida Camarera».

En la junta de gobierno del 13 de enero de 1926 se aprobó el envío a la Marquesa Viuda de Aldama de dos fotografías de los sagrados titulares. Ocho días más tarde, el 21, Navarro daba cuenta que, en compañía de un directivo, había vuelto a visitar a la señora Marquesa en su domicilio (sin aclararse si era en Málaga o Madrid), quien hizo entrega de un nuevo donativo de 4.000 pesetas.

Más adelante, Enrique Navarro noticiaba a sus compañeros de junta que un directivo y él habían realizado otra visita a la camarera honoraria, a quien le hicieron entrega de unos abonos de un palco de la tribuna de la plaza de la Constitución para que, desde allí, presenciase los cortejos procesionales de Semana Santa, aceptándolos y agradeciendo: «bastante nuestro pequeño obsequio y nos entregó un sobrecito para ayudar con su contenido a los gastos de procesión, el cual al ser abierto dejó al descubierto un cheque por la cantidad de 5.000 ptas. cuya suma fue cobrada y obra en poder del Sr. Tesorero, debido a este importante donativo que nos

demuestra el cariño que esta Sra. siente por la Cofradía, se acordó por completa unanimidad, y entre aclamaciones y vivas a la citada Sra. hacer constar en acta nuestro inmenso y profundo agradecimiento hacia esta ilustre Sra. que en el silencio nos ayuda de forma tan poderosa para conseguir la mayor gloria de los titulares y dejar a elección de la directiva el rendirle cuando lo estime oportuno, el homenaje a que es acreedora por su noble proceder».

Pasada la Semana Santa, se anunciaba que Luis de Ussía y Gavaldá, nieto de la Marquesa, había ingresado como hermano en la cofradía. Por tal motivo, se tomaba el acuerdo de notificarle su admisión, sintiéndose esta «orgullosa de contar en su seno a persona de tanta valía como el Sr. de Ussía». En esa misma línea, se decidía nombrar hermanos efectivos a Antonio y Jesús de Ussía y Gavaldá y a Jaime Milans del Bosh, todos nietos de la citada benefactora.

Finalizaba este ‘Annus mirabilis’ con la obtención de uno de los logros más importantes alcanzados por la cofradía hasta ese momento, la aceptación por parte del rey Alfonso XIII del nombramiento de hermano mayor honorario, suponiéndole a la hermandad perchelera la concesión del título de ‘Real’. Para ello, se contó con la intermediación de la Marquesa Viuda de Aldama. En la junta de gobierno celebrada el 20 de diciembre de 1926 se daba lectura a un oficio de la Mayordomía de Palacio informando que: «S. M. el Rey había aceptado el cargo de Hno. Mayor Honorario que se le tenía ofrecido al mismo tiempo que por Real Orden, autorizaba a la Cofradía a usar el título de Real». La noticia fue del agrado de todos los presentes y se reconocía abiertamente que esta distinción era debida «mayormente a la influencia puesta en juego por la camarera de nuestra Stma. Virgen la Exma. Sra. Marquesa Viuda de Aldama».

Con el entusiasmo provocado por tal concesión, se acordaba enviar un oficio dándole las gracias a la benefactora y «festejar con un banquete dado en honor de Dn. José Luis Vázquez, como representante de la Exma. Sra. Marquesa, la concesión del mencionado titulado».

Otra novedad, pero en sentido negativo, fue la incomprensible sustitución en 1930 del primer crucificado de la Expiración, atribuido al círculo de Alonso de Mena (siglo XVII), por una obra realizada por los escultores pontificios «Sres. Font e Hijo», de Madrid, que carecía absolutamente de valor artístico. Al crucificado le acompañaría una escultura de María Magdalena realizada por el mismo taller y que venía a sustituir a la de Pío Mollar, procesionada por primera vez en la Semana Santa de 1928.

El cambio se debía a un estado avanzado de deterioro de la imagen del titular, según la opinión de unos supuestos entendidos en arte. Ese fue el motivo al que se acogieron los hermanos expiracionistas para contar con «una buena escultura», obteniéndola gracias, una vez más, a la bondad de la Marquesa Viuda de Aldama. En las actas se hizo constar que la hermandad tenía «la eficaz protección de la ilustre Marquesa, que con una esplendidez y generosidad sin límites, atiende las nobles pretensiones de los cofrades, encaminadas siempre a proporcionar la mayor fastuosidad a su desfile brillantísimo».

A consecuencia de la destrucción de esta segunda efigie del Cristo de la Expiración en los ‘Sucesos de Mayo’ de 1931, la prensa local hacía saber el 7 de marzo de 1935 que la «Comisión Procesional de la Archicofradía del Santísimo Cristo de la Expiración y María Santísima de los Dolores» se había reunido el día anterior con objeto de organizar la procesión prevista para el Jueves Santo, aunque finalmente se materializaría en la jornada matutina del Viernes Santo, 19 de abril. También se daba a conocer que era inminente la llegada de la nueva imagen del crucificado que sería procesionada por primera vez. Se la describía del siguiente modo:

«Se trata de una joya escultórica, antiquísima, obra de un artífice genial». La descripción era, a todas luces, exagerada, pues no se ajustaba ni mucho menos a la realidad. Igualmente avanzaba que, en los próximos días, la corporación daría cuenta de lo relacionado con la adquisición de la efigie, siendo la donante la Marquesa Viuda de Aldama.

Tras la guerra civil y una vez reorganizada la cofradía, durante los cultos (quinarios) celebrados en los años cuarenta y cincuenta se aprecia que, invariablemente, uno de los días las intenciones de las misas estaba dedicada a los familiares difuntos de la Marquesa y a ella misma cuando le sobrevino la muerte en 1951.

Se concluye estas líneas habiéndose expuesto unas pocas noticias —más sería imposible dada la limitación del artículo— sobre la valiosa ayuda prestada por María Cecilia de Cubas y Erice a la Cofradía de la Expiración, obtenida gracias a la inteligencia y el buen hacer del carismático hermano mayor Enrique Navarro.

En un libro que preparo actualmente y que verá la luz (D. m.) el próximo año 2023 (cumpliéndose un siglo de la elección de don Enrique como mandatario de la Expiración), se abordará estas y otras cuestiones más a fondo concernientes a la Marquesa Viuda de Aldama.

Andrés Camino Romero. Diario Sur, Pasión del Sur ‘on line’

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