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ARTÍCULO OPINIÓN | El ruido de la Semana Santa

Por Isabel De la Torre

Hace ya unos años que decidí intentar ignorar los ruidos de la Cuaresma. Casi no leo, ni veo ni oigo nada. Vivo en la absoluta ignorancia y soy más feliz. Todo lo feliz que sé es siendo ignorante.

“Tengo que ir a comprar pastillas para quemar incienso. Este año no hemos quemado apenas y esto se acaba”, dice Antonio. Claro, si no se quemara incienso hasta en agosto, igual tendríamos pastillas… pienso yo.

“¡Mamá, no encuentro las baquetas!” grita Lola, dos minutos antes de salir para el ensayo, mientras, al fondo del pasillo, en la habitación de Cayetano suena una marcha de procesión a todo volumen.

“Cayetano, apaga eso para hacer los deberes y pruébate la túnica de una vez”

El ruido de mi Cuaresma se ha convertido en un sonido personal e íntimo, no muy distinto del que estoy segura se vive en estas semanas en cualquier casa cofrade. Este año tengo la suerte de haber sumado nuevos sonidos, vuelvo a escuchar a un director regañar porque no hemos estudiado, me envuelvo en el sonido de la juventud que tres días en semana me recibe con una sonrisa en la que siempre ha sido mi casa. Me dejo llevar por el sonido de los nervios pre-Semana Santa, por las risas nerviosas.

Huyo del ruido, y es que no me gusta el ruido que provoca colocar unas vallas de seguridad que parecen todo lo contrario. No me gusta el ruido a llanura del desierto de algunas zonas del recorrido oficial. No me gustan las voces de algunos limitando el papel que las mujeres podemos desarrollar en las cofradías. Evito el ruido de aquellos que se pelean por un martillo o por un puesto.

Ni siquiera entiendo el ruido de conocer una cruceta días o semanas antes. Me estaré haciendo vieja, pero echo de menos aquellas semanas santas con Don Juan Aragón, al que le debo que yo sepa hacer ruido con un clarinete (aunque él intento por todos los medios que fuese sonido). Recuerdo cuando se acercaba y nos preguntaba, ¿qué queréis tocar ahora? y eso se tocaba, formando un maravilloso sonido gracias a la espontaneidad que la Semana Santa tenía por entonces. Ahora me molesta el ruido de lo estudiado al milímetro, de lo anunciado, de la seguridad de saber que va a ocurrir.

He conseguido huir de todo eso pero cuando levanto la vista veo a los que no lo han hecho, a los que escuchan cada día esos molestos ruidos e intentan convertirlos en bellos sonidos que hagan más grande la próxima Semana Santa que en pocos días envolverá a Málaga en una magnifica banda sonora. Mi admiración profunda hacía ellos, porque lo fácil es lo mío, huir del ruido y quedarme solo con los sonidos.

 

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