Lucía cierra la puerta con doble llave y pestillo. Hasta mañana no volverá a hablar con nadie, suerte que esta muchacha que le ayuda y que le han mandado desde el grupo de Cáritas Parroquial es más apañá que las pesetas. Le ha ayudado a echarse un agüita y le ha dejado la comida empantaná sólo para pegarle un calentón rápido. Lucía enciende la radio y mientras quita las cuatro cosas de la cocina escucha de fondo las noticias. Tantea el poyete de mármol, dobla concienzudamente un trapo, apaga al chaval de las noticias al que casi habla de tú cuando se enfada y con las yemas de los dedos llega hasta la salita, se sienta en su silloncito mientras nota cómo el sol le calienta la cara y se deja querer por los rayos.
Aún recuerda el tacto de la madera, de los contornos, de la explicación que le dieron bajito y al oído, de su encarnadura, sus moratones… hace años aún podía ir… por entonces aún tenía a su angelito de la guarda y estaba bien de la rodilla, pero ahora sin su perro Ángel y con tantos achaques no está muy convencida de bajar al centro y meterse en San Juan. En días como hoy aún escucha el redoble de los ‘paracas’ y el pellizco se le encoge en el estómago…
Lucía se queda dormida al solecito de la mañana… ha soñado con la Málaga que conoció, la de calle Fajardo con el traslado de Ánimas de Ciegos, o la misa entre varales de las Cofradías Fusionadas, cuando aún salían de dentro de San Juan y los llevaban con otros amigos de la ONCE a conocer y ver a través de sus manos, los tronos allí dispuestos.
Lucía se levanta despacito y con tiento se va a la cocina, se pone su comidita en la bandeja y despacito llega de nuevo a la salita… enciende la tele, ha puesto 101, donde Luisa Chamizo está terminando de dar las noticias y en breve van a comenzar las retransimisiones de Semana Santa, con el equipo de Guion. Es verdad que ella no ve las imágenes, porque sólo ve bultos muy borrosos y apenas distingue los colores pero estos muchachos son los primeros que empiezan y los últimos que acaban y suelen callarse cuando hay música, de hecho, hay veces que se escucha hasta el crujir de los varales…
Lucía se prepara para vivir otro Miércoles Santo, sola, casi ciega y bastante impedida, como un gran porcentaje de la sociedad. Lucía, de lo único que reniega hoy entre dientes es de que no tiene un torrija para el postre…
Dedicado a todas las personas mayores que nos acompañan a nosotros, los que hacemos la tele, porque ellos son los que dan el verdadero sentido a esta locura.