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España se quema

España se quema por los cuatro costados. Ya se han arrasado más de 80.000 hectáreas, con el trágico balance de dos personas fallecidas en Losacio, ( Zamora) donde el fuego calcinó 30.000 hectáreas, además de las de Aragón, Andalucía, Galicia y también Tenerife. En lo que va de año se alcanza ya la alarmante cifra de 200.000 hectáreas calcinadas.

Hace diez años como representante del Gobierno en Málaga, tuve  la responsabilidad de enfrentarme junto a otras administraciones y organismos, al efecto devastador de un fuego forestal que una vez controlado, dejó el triste escenario no solo de la destrucción de todo tipo de vegetación sino también de la fauna, el suelo y los bienes materiales e inmateriales de las personas, cuando no su propia vida. Comprendo, pues, la desolación de tantas personas afectadas por estos incendios.

Lo que es sorprendente es que el Presidente del Gobierno diga sin empacho alguno en su turné con posado incluido por las regiones afectadas, que la causa de tantos incendios es el cambio climático, cuando al mismo tiempo una empresa internacional de reforestación llamada Land Life,  reconoce haber causado el de Ateca (Zaragoza) o en Andalucía se investiga si el incendio de Mijas fue intencionado o a causa de una negligencia.

Ante una catástrofe medio ambiental y humana como la que estamos sufriendo estos días en toda España, lo relevante es hacer un reconocimiento expreso y un gesto de agradecimiento a todos los hombres y mujeres, funcionarios públicos o voluntarios que se dejan la piel e incluso la vida por defender ese bien tan preciado que es nuestra naturaleza, regalo de Dios, como dice el Papa Francisco y de la que el hombre es su vigilante y administrador.

Lo verdaderamente esperanzador es el poder de recuperación de la propia naturaleza, como así lo demuestran los aproximadamente más de 4.500 millones de años de la tierra donde se han combinado numerosas eras glaciales o de sequía y que son consecuencia de diversos fenómenos climáticos que los expertos los describen científicamente. Otra cuestión es la actuación degradante e incluso delictiva del hombre que a veces influye notablemente en los efectos perniciosos que producen incendios o inundaciones como los que estamos padeciendo estos últimos años.

Es por eso que lo que menos necesitamos los españoles ahora  es que se nos adoctrine una vez más con la agobiante religión climática en lugar de anunciar  medidas inmediatas para prevenir y luchar contra los incendios forestales,; mejorar la gestión y coordinación competencial entre todas las administraciones o dotar de todos los medios económicos y humanos necesarios a todos los servicios  centrales, autonómicos o locales implicados en este grave problema. Dejar que por incompetencia o impunidad de los causantes se queme la España forestal,  nos lo demandarán las futuras generaciones.

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