Porque después de dos años de larga espera, ¡sí dos años! Málaga, ya está lista. Huele a clavel, a romero, a azahar, a lirio y a jazmín…”. Con estas bellas palabras mi buen amigo Javier González de Lara daba entrada a su profundo y sentido Pregón de la Semana Mayor de Málaga el pasado 2 de Abril.
Después de dos años del obligado silencio procesional impuesto por la pandemia en todas las ciudades, pueblos y rincones de Andalucía y España, regresa a nuestras calles el olor a incienso, la excitación cofrade y la imaginería de las Vírgenes dolientes, los Cristos azotados o crucificados junto a un pueblo que se agolpa entre la curiosidad, la admiración o el fervor sentimental y religioso.
En cada trono se escenifica paso a paso la historia de la semana más injusta y cruel que sufrió Dios en la tierra pero que sirvió para rescatar a la humanidad de su ingratitud, después de someter a las leyes de la naturaleza y rescatar su cuerpo de la muerte, ascendiendo a un espacio desconocido para el hombre pero con la promesa de poder compartir con Él su gloria y eternidad
Durante estos dos años de “preparación” para esta Semana Santa, el dolor y el sufrimiento ha estado y sigue estando presente entre nosotros: millones de víctimas por un virus aun desconocido, catástrofes naturales que nos han dejado una estela de dramas personales y materiales y la tragedia de una brutal guerra entre dos pueblos eslavos , Ucrania y Rusia, que demuestra una vez más, hasta donde puede llegar la irracionalidad y la maldad del ser humano.
Cristianos o agnósticos que buscan con avidez en nuestras calles malagueñas donde poder contemplar entre cofradías y cofradías a Jesús el Cautivo, la Virgen de la Esperanza, el Cristo de Mena o el Santo Sepulcro…, son los mismos que viven inmersos en la vorágine de noticias sobre inútiles enfrentamientos entre políticos; los que se alarman ante la creciente subida de precios y su empobrecimiento o los que se ven obligados al cierre de sus negocios y empresas, motivo hoy de tantos dramas y angustias familiares.
En este año donde también la incertidumbre y la oscuridad se adueña a veces de nuestras vidas ante las imágenes de cuerpos descuartizados en las calles de la guerra, “lo relevante es la luz que ilumina el camino. El testimonio que cada pequeña llama esconde” como señala el pregonero. Quizás sea esta Semana Santa la gran ocasión para encontrar esa luz que, como la que llevan los nazarenos, ilumine el camino para la concordia entre los españoles y la paz en el mundo. ¿Podríamos encontrarla en nosotros mismos?