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«La Vieja Guardia»

La crisis sanitaria que todavía padecemos, nos obliga a reflexionar sobre tantas y tantas cosas que antes dábamos por supuestas. Así, cuando veamos nuevamente una cofradía en la calle, pocas veces nos percataremos de la cantidad de esfuerzo y dedicación que ello requiere, siendo algo tan digno de considerar, valorar y agradecer en su justa medida. Por eso, aprovecho el jardín en el que Curro Marmolejo me acaba de meter para orientar el foco (a la usanza de las Televisiones en nuestra alameda) en un aspecto relegado de la Semana Santa, con la finalidad de dar voz a esos “viejos rockeros” de la corneta y el tambor que, en un escogido grupo de WhasApp lo demandan.

El retorno a la disciplina de los ensayos ha sido complejo, tengamos presentes a las bandas desaparecidas por falta de solvencia económica a causa de la cicatería de ciertos cofrades para cumplir sus compromisos. No obstante, en reconocimiento de las hermandades que antepusieron el valor de la palabra dada en marzo de 2020 al valor del dinero, obviemos tan espinoso asunto y miremos al futuro.

Ese futuro pasa por la ilusión de la juventud, en una realidad tan alejada de las circunstancias que nos tocó vivir a los protagonistas del resurgir de las bandas de cornetas y tambores en la Málaga de principios de los 90 de la mano de la Banda de las Reales Cofradías Fusionadas de San Juan. Ahora, contemplar como muchos (no todos aún) ensayan en espacios dignos, observar el alto grado de preparación en directores, componentes y gestores de las formaciones musicales, o sencillamente: cortarme el pelo en la barbería de Abraham Romero mientras hablamos de Bandas; disfrutar viendo templar tambores a Jesús Toledano; admirar el talento de Nacho Fortis, con quien pude compartir recientemente una agradable conversación; o conocer en primera persona el novedoso proyecto de Pedro Pérez Marín y Mirian Fernández Rubio al amparo de la UMA, me llevan a confiar en lo que está por venir.

Garantía de futuro será atemperar los ímpetus con la experiencia para llegar a un sano equilibrio. Por eso, los veteranos pedimos respeto al legado de aquellos que nos precedieron, mayor grado de originalidad en los estrenos, cuidado en de las formaciones en la calle, y, sobre todo, mejor conocimiento de la corneta como instrumento musical, puesto que la creciente mejora armónica con la inclusión de trompetas, fliscornos, trompas, trombones, bombardinos y bajos en las plantillas instrumentales está desplazando paulatinamente las cornetas a un segundo plano.

Málaga tiene un rico pasado en tradición musical cofrade, tal es así que es aquí donde radica el origen de la música popular de carácter religioso sobre la que estás leyendo. Y no solamente por la Banda del Real Cuerpo de Bomberos y su inestimable tradición, sino que también es impreativo mencionar a la extinta Banda de la 235 Comandancia de la Guardia Civil, pionera en enriquecer dichas plantillas con otros instrumentos musicales en una época en la que todavía no se había acuñado el término “Agrupación

Musical”. Los grandes instrumentistas en cornetas como los hermanos Frutos, Morcillo, “Salivita”, Cecilia, Bru, Cívico, Francisco Salvador y el Cabo Berlanga, por citar destacados ejemplos o Mariano, Sánchez Luque, el Sargento Villegas y el “pobre Zaragoza” en los tambores, son actualmente el nostálgico recuerdo de un pasado brillante. En el presente, los integrantes de las bandas viven deslumbrados por influencias musicales que nos han llevado a elevadas cotas interpretativas sin percatarnos que, a pesar de los recursos limitados que posee una corneta o un tambor, quedan todavía muchos recursos estilísticos y técnicos por explorar: desde el timbre de una corneta al fraseo, pasando por articulación de las notas y el modo de acentuar, existen innumerables posibilidades de evolución en la forma de decir la música. Por no hablar ya del «rufar» de los tambores, que daría para un artículo específico si me extendiese en cuanto a preservar nuestras raíces musicales se refiere.

El antídoto para el olvido bien podría ser una toma de conciencia que pasará ,tarde o temprano, por un proyecto docente serio y al margen de las Bandas, en el que estos instrumentos tradicionales disfruten del mismo tratamiento que en otras regiones de España poseen el txistu o la dulzaina por citar dos ejemplos que servirían de modelo. Y para tal iniciativa, el criterio del profesor Juan de Dios Candil debe tener un peso específico, de este modo, una correcta metodología didáctica aumentaría la cantidad y calidad de los músicos que decidan interesarse por unos humildes instrumentos musicales que, para muchas personas, son más una forma de vivir que una simple afición.

Porque los pentagramas unen lazos de amistad que desconocen las barreras del tiempo y del espacio. Yo no sería el hombre que soy si mi amiguito del colegio no me hubiese animado a apuntarme con él a una banda, hoy aquel niño es el Doctor Juan Antonio Sánchez, tiene un prometedor futuro como médico en Francia y es el padrino de mi hijo, pero  los vínculos de amistad que vienen desde nuestro primer día de colegio  estoy seguro son más fuertes gracias a la afición compartida por la música procesional. Tampoco me puedo olvidar de Mariano Sánchez Ramírez, quien tras la disolución de mi alma mater musical, la Banda Juvenil de Ntro. Padre Jesús «El Rico», me animó a seguir tocando la corneta en las Fusionadas y juntos, ya en los 80, íbamos a «Candilejas» en la Calle Santa Lucía a comprar nuestros discos de Semana Santa.

Como conclusión, deseo tener un cariñoso y entrañable recuerdo hacia José Rodríguez del Pino y Lázaro Fernández Gómez quienes encaminaron mis primeros pasos en este maravilloso mundo que sucintamente he descrito. Y termino agradeciendo tu atención, esperando que cuando veas pasar una Banda durante las procesiones recuerdes el significado de las breves líneas que acabas de leer.

Arturo Cáceres Casino.

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