Los tiros a la madera de Pombo y Mboula pudieron cambiar el resultado de un partido para olvidar. El conjunto blanquiazul deambuló por El Sardinero como un equipo sin alma ni pasión. Segundo partido de Pepe Mel como técnico malaguista, y segundo empate. De momento ni la llegada del madrileño ha podido cambiar un entorno viciado como el que gira alrededor de esta plantilla y este club.
Colista. Así llegaba el Málaga a Santander. Y lo hacía para medirse al penúltimo. Por lo que ya se imaginarán que el encuentro era a vida o muerte. O eso pensaron todos los malaguistas, porque visto lo visto a la plantilla ni se le debió pasar por la cabeza. Pero hablando ya sobre el verde, el Racing fue dueño y señor de un partido tosco en el que Íñigo Vicente hacía de las suyas, al igual que Matheus. O Pombo, que tuvo la más clara del primer tiempo cuando mandó a la cruceta de la meta de Manolo Reina una falta magistral.
También fue un buen día para Mboula, que desbordaba a su antojo por la derecha y que también mandó otro disparo al larguero nada más pasar por vestuarios. La fortuna y la mala puntería del Racing eran los únicos que sostuvieron al Málaga. Ni Mel ni los jugadores. Las imprecisiones locales, la falta de entidad de un recién ascendido fue lo único capaz de mantener al cuadro malaguista en el encuentro.
Manolo Reina también quiso dejar su sello al jugarse la roja en una envío en profundidad del Racing que, tras el bote, estuvo a punto de comerse. Una acción que se quedó en amarilla sorprendentemente. El partido es que no dio para más.
Un punto que deja al Málaga en la misma lamentable situación. En la UCI y sin solución. De momento abandonan el farolillo rojo, pero todo queda sujeto al resultado del Leganés. La llegada de Mel todavía no da para ganar. Es más parece que ganar queda muy muy lejos.