El día 1 de Noviembre la Iglesia Católica celebra la festividad de Todos los Santos. La palabra Santo siempre se ha identificado con aquellos hombres y mujeres que viven las virtudes cristianas con tal grado de entrega y perfección que la propia Iglesia los elevaba y los sigue elevando a los altares, declarando solemnemente su santidad como ejemplo de vida para toda la Iglesia Universal.
Después de una larga vida activa, considero que es un privilegio haber tenido la ocasión de conocer personalmente a algunos de esos santos como a San Juan Pablo II, hombre recio, apóstol de las gentes y con una gran capacidad de sufrimiento. Pero la gran fortuna es haber conocido a Juan, Vicente, Ramón, Javier, Luis Felipe…, gente de la “puerta de al lado”, gente corriente, que eran buenos amigos, sencillos, trabajadores, simpáticos, generosos y dispuestos siempre a ayudarte, aconsejarte y acompañarte en los buenos y malos ratos de la vida, en la salud y en la enfermedad…
Seguro que cada uno de nosotros hemos tenido la oportunidad de conocer familiares, amigos/as, compañeros/as de trabajo, jefes o subordinados, enfermeras, médicos, taxistas o agricultores que nos han dado ejemplo de como se viven las virtudes humanas. Todas esas personas que no son ni teólogas ni han hecho grandes hazañas, son las que mañana, día de Todos los Santos, si nos han abandonado ya en esta vida, les podemos recordar y seguir tratando, porque en ese mundo nuevo y desconocido en el que seguro estarán, forman parte de esa gran multitud de santos y santas desconocidos.