Nuevo bochorno malaguista. Y ya van dos seguidos. Los blanquiazules se vieron aplastados por el Mirandés (3-0), en un nueva y aberrante despropósito. Antes del minuto cinco, el Málaga ya había encajado el primer tanto del partido. Y aunque se intentó durante un cuarto de hora, el guion del Ibiza se volvió a repetir. El equipo no compite. No puede. El descenso está lejos, pero no hay que descuidarse. Los focos apuntan descaradamente hacia el vestuario. El técnico, con dos entrenamientos desde su llegada, es el que menos culpa tiene en esta desastrosa caída.
Y es que todo arrancó de la peor forma posible. Brugué anotó en el minuto tres de juego tras una buena asistencia de Camello. El equipo intentó reaccionar con la posesión y sin profundidad ni pegada. Todo iría a peor con el segundo tanto local. Esta vez fue Camello el que aprovechó una buena asistencia de Imanol desde la parte izquierda del ataque. A pesar de que todo hacía prever una nueva debacle, la esperanza estaba ahí.
Se esperaban cambios. Eran necesarios al descanso. Pero siguieron los mismos once. La respuesta del Mirandés fue un robo a Ramón que supuso el 3-0. Hassan aprovechó el despiste del de Órgiva para echar un poquito más de sal en la herida blanquiazul.
Ahora sí que llegaron los cambios. Antoñín y Roberto sustituyeron a Kevin y Jairo. Pero ya era tarde. Ni maquillar el partido. El de la Palmilla agitó el ataque por izquierda, pero sin generar peligro real de gol. Y también entró Hicham, sin duda la mejor noticia. Si es que se puede destacar algo.
El barco está a la deriva, y eso que hay un nuevo técnico. Las sensaciones que desprende este equipo es de estar muy fracturado. En menos de 30 horas ya no habrá mercado y se cerrará la plantilla hasta el final de la campaña. Y con estos síntomas, el Málaga necesita refuerzos que puedan terminar con una más que preocupante fragilidad defensiva. Que lleguen los 50 puntos, y a empezar de nuevo.