No hay reloj que pare lo que se nos viene. Han pasado más de dos años soñando con que pisaríamos las calles. Hemos recordado, hemos sobrevivido, estamos aquí. Es el momento ¡Por fin ha llegado! Atrás se nos han quedado unos años amargos, hemos perdido en el camino a muchos, muchos que estarán con nosotros estos días, que nos acompañarán en el pliegue de la túnica, en el roce de unos guantes y en los zapatos del abuelo. Vamos a salir y vamos a vivir nuestra fe con el corazón lleno de su amor, porque es cierto que no están pero es que están en la Gloria bendita, están allá arriba en ese sitio donde todos los que nos revestimos, sea en el trono o de nazareno, sabemos que acaba esta historia: en la Resurrección. Lloraremos y reiremos por ellos, les recordaremos y tomaremos la mano de nuestros hermanos que hacen el camino con nosotros con sus mochilas también cargadas de penas y alegrías. De eso se trata, de vivir tanto amor en comunidad, de ser conscientes que somos la parte de un gran Todo, Dios, y que nuestro deber, además de hacerlo lo mejor que podamos es ayudar a llevar las mochilas de los demás para que el Camino sea más ligero. La Cruz es el Camino, la Verdad y la Vida. No dejéis que nadie os impida vivirla, con vítores, lágrimas, sonrisas, un abrazo, doscientos mil besos enmascarados, miradas, silencios, bullicio, música… con todo lo que es la Semana Santa, no perdáis el Norte, los que os mueven, los que hacen de toda la ciudad un gran escenario, miradlos con ojos de niño, con esa inocencia… mirad hacia arriba a los altares efímeros y orad, rezad por todos, los que están y los que no, los que viven peor que nosotros y dejad las tonterías cofrades apartadas, salid y vivid. El Amor nos espera, coged vuestro corazón y salid a las calles.
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